Está a nuestro alrededor, nos acompaña desde nuestra infancia, está en nuestros productos y en nuestros platos. Eva Dumaine, botánica, nos habla de las plantas con sus propias palabras. Y los excepcionales activos naturales.
Puede que no conozcas su nombre, pero lo tienes en la punta de la lengua. La quinina, un extracto de la corteza del árbol de la quina, aporta un sabor deliciosamente amargo a las tónicas que se mezclan con ginebra y vodka para dar un pequeño toque que hace que las papilas gustativas se estremezcan. El primer encuentro, al mojar los labios en el cóctel amargo que se había desviado hacia mi lado de la mesa, resultó en un ceño fruncido y una mueca más que dudosa. Unos años después, no diría que no, ¡pero esa es otra historia! Lo que me fascina de la quinina es que, mucho antes de que llegara a nuestras copas, atravesó la historia a hombros de los conquistadores, trató a los reyes, curó a los papas y a los ejércitos, y finalmente se convirtió en nuestro aliado más fiable en la lucha contra la caída del cabello. Una verdadera heroína cuya historia puede resumirse en unas pocas frases...