Está a nuestro alrededor, nos acompaña desde nuestra infancia, está en nuestros productos y en nuestros platos. Eva Dumaine, botánica, nos habla de las plantas con sus propias palabras. Y los excepcionales activos naturales.
Puede que no conozcas su nombre, pero lo tienes en la punta de la lengua. La quinina, un extracto de la corteza del árbol de la quina, aporta un sabor deliciosamente amargo a las tónicas que se mezclan con ginebra y vodka para dar un pequeño toque que hace que las papilas gustativas se estremezcan. El primer encuentro, al mojar los labios en el cóctel amargo que se había desviado hacia mi lado de la mesa, resultó en un ceño fruncido y una mueca más que dudosa. Unos años después, no diría que no, ¡pero esa es otra historia! Lo que me fascina de la quinina es que, mucho antes de que llegara a nuestras copas, atravesó la historia a hombros de los conquistadores, trató a los reyes, curó a los papas y a los ejércitos, y finalmente se convirtió en nuestro aliado más fiable en la lucha contra la caída del cabello. Una verdadera heroína cuya historia puede resumirse en unas pocas frases...
La quina roja se encuentra en las laderas de los Andes, donde se conoce como «corteza de la fiebre» desde el principio de los tiempos, pero no fue hasta que la trajeron a Europa los misioneros jesuitas en el siglo XVII cuando empezó a aparecer en los tratamientos médicos. Apreciada por los papas en Roma por la eficacia de las decocciones extraídas de su corteza contra el paludismo y las fiebres que asolaban la ciudad cada verano, dio un vuelco a la medicina tradicional de las sangrías al «curar milagrosamente» al rey Carlos II de Inglaterra y al Delfín de Francia.
El estudio de la acción de los extractos de su corteza y la identificación de su molécula estrella, la quinina, condujeron al desarrollo de los primeros medicamentos contra la malaria, que se utilizaron ampliamente hasta la Segunda Guerra Mundial; cuando, tras la destrucción de la mayoría de las existencias, se dio prioridad a una alternativa sintética. En los años 70, Klorane se interesó por este «tónico», cuyo alcance de propiedades se fue descubriendo poco a poco: su combinación única de alcaloides y proantocianidinas demostró ser impresionante al actuar sobre la angiogénesis (la fase de crecimiento del cabello). Resultado: más de medio siglo después de que se utilizara por primera vez en las fórmulas, nuestra gama líder para la prevención de la caída del cabello en Europa sigue basándose en la eficacia de la Quinina, ahora combinada con edelweiss alpino suizo y el manganeso para una acción completa en todo el ciclo capilar. Nuestra cadena de suministro ecorresponsable en Ecuador, el lugar de origen de la quina, apoya a los productores locales en sus esfuerzos por preservar los recursos, adaptando las extracciones de corteza en relación con la capacidad de regeneración de los árboles. La Klorane Botanical Foundation también desarrolla proyectos de reforestación sostenible. ¡Pensarás en eso la próxima vez que te pidas un gin-tonic!
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