¡Está en todas partes! En nuestros teléfonos, nuestras cremas, nuestra agua... Y somos tan adictos a ellos que intentar evitarlos aunque solo sea un día es un verdadero reto. Desde hace décadas, el plástico es el rey de nuestra vida moderna. Pero aunque es ligero y práctico, es un peligro real para el medioambiente e incluso para nuestra salud. ¿Qué podemos hacer para prescindir de ellos, al menos durante un tiempo?
Algunas cifras para comprender la magnitud del problema: cada año se producen 400 millones de toneladas de plástico, es decir, 10 toneladas por segundo, ¡40 toneladas cuando leas esta frase! Solo el 10 % se recicla correctamente en todo el mundo, el resto acaba bajo tierra, en una incineradora o en la naturaleza. Cada año se vierten en los océanos entre 8 y 12 toneladas de plástico, ¡hasta el punto de que se calcula que en 2050 habrá más plástico que peces en el mar! Y no solo bajo el agua: ingerimos una media de 5 g de plástico a la semana, microplásticos contenidos en nuestros alimentos, agua del grifo, agua embotellada y cosméticos. Una última cosa: el plástico no existe en estado natural, es un proceso de producción 100 % humano que cuesta mucho dinero al planeta porque se necesitan 2 kg de petróleo para fabricar 1 kg de plástico. ¡Hola, calentamiento global!
Entonces, ¿qué podemos hacer?
Para combatir la contaminación por plástico, la solución más eficaz sería dejar de producir y consumir plástico. Pero eso no se hace de hoy para mañana.
Podemos empezar por cambiar las leyes que rigen el uso y la producción de plásticos de un solo uso, que son los más problemáticos. Esto ya se ha hecho en Europa para las pajitas, bolsas y cubiertos de plástico, ¡pero no nos detenemos ahí! También podemos promover el ecodiseño de nuestros productos de consumo, es decir, normas que rijan la forma en que se diseñan y fabrican nuestros productos.
Por lo que respecta al sector, podemos seguir replanteándonos nuestros planes para reducir el uso de plásticos en nuestros envases, pensar más detenidamente en la reciclabilidad y el final de la vida útil, e incorporar cada vez más materiales reciclados para reducir nuestra huella. En Klorane, los envases se han puesto a dieta: nuestros frascos de champú son 100 % de plástico reciclado, y nuestros geles de ducha han perdido un 33 % de su peso original. Esto representa 7 toneladas de plástico no fabricado al año. Y desarrollamos constantemente alternativas sólidas que utilizan menos agua y plástico.
¿Y a pequeña escala? Podemos aprender a consumir de forma más responsable y decir adiós al plástico siempre que sea posible. A la hora de comprar, llevamos nuestras propias bolsas y tarros, y nos centramos en productos a granel y sin envasar. A diario, siempre llevamos una botella de agua y un juego de cubiertos reutilizables para satisfacer cualquier antojo. En casa, preferimos los productos rellenables, evitamos la ropa sintética que libera microplásticos con cada lavado, y nos mantenemos al día de las instrucciones de clasificación de nuestra autoridad local para asegurarnos de que lo que se puede reciclar, ¡se recicla realmente!
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